
El hombre que mató la máquina de escribir.
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El hombre que mató la máquina de escribir.

El 1 de febrero de 1980, Scott emitió un memorando interno que causaría sorpresa. Con su franqueza característica, Scott comenzó con una advertencia: «¡LEAN ESTO!». A continuación, anunció que, con efecto inmediato, los empleados de Apple ya no podían comprar ni alquilar máquinas de escribir. ¿El motivo? Apple era una «empresa innovadora» y Scott creía que debía predicar con el ejemplo, sobre todo en el floreciente campo del procesamiento de textos.
La ironía de esta cruzada no pasó desapercibida para quienes recibieron el memorando, probablemente escrito en una Apple II con el mismo software que Scott promocionaba: Apple Writer Systems. Este rudimentario procesador de textos, precursor de programas como WordStar, distaba mucho de ser las herramientas perfeccionadas que hoy damos por sentadas. Sin embargo, Scott imaginó un futuro donde el repiqueteo de las teclas de las máquinas de escribir sería reemplazado por el suave zumbido de las computadoras, un futuro que quería que su empresa encarnara.
En su memorando, Scott ofreció una zanahoria a los indecisos: quienes cambiaran sus máquinas de escribir por el incipiente procesador de textos de Apple serían los primeros en la fila para los "nuevos sistemas de alto rendimiento" de la compañía. Qué sistemas exactamente eran seguía siendo impreciso, pero la promesa era clara: adaptarse o quedarse atrás.

La visión de Scott, aunque recibida con escepticismo en su momento, fue profética. La máquina de escribir, antaño una herramienta de oficina indispensable, prácticamente ha desaparecido del entorno laboral moderno, reemplazada por computadoras y procesadores de texto digitales. Si bien la incursión de Apple en este ámbito fue solo un pequeño paso, presagió un cambio radical en nuestra forma de crear y comunicarnos.
Sin embargo, a medida que transcurría la historia, no fue Apple, sino Microsoft, quien ganó la guerra del procesamiento de textos. Microsoft Word, lanzado en octubre de 1983, se convertiría en la fuerza dominante en las oficinas de todo el mundo. La temprana decisión de Apple, sin embargo, demostró una ética vanguardista que con el tiempo se convertiría en su sello distintivo.
En retrospectiva, el memorando anti-máquina de escribir de Mike Scott podría parecer una campaña quijotesca, pero también fue una audaz declaración de intenciones. Tras las erratas y la redacción algo apresurada (errores notables como la palabra "prioridad" y los espacios adicionales entre palabras), había un mensaje claro: Apple no solo participaba en el futuro; estaba decidida a crearlo.

Los días de la máquina de escribir estaban contados, y Mike Scott fue uno de los primeros en anunciar su fin. Pero entre 2014 y 2024, algunos empleados de Apple descifraron el código discretamente, comprando máquinas de escribir y usándolas a escondidas en casa. Conozco sus nombres, pero me llevaré este memorando a la tumba. Quizás, por desafío o nostalgia, buscaron refugio en lo analógico, una rebelión privada contra el mundo digital que su empresa había ayudado a construir.
2 comentarios
Great article and a true bit of history !
Great story. It’s also a good example to of the “Eat your own dog food” concept, a popular call to action at many tech companies.